Saturday

it's a non-stop goodbye


Supe que no vendrías. Lo sentía. Las gotitas de agua de la ducha, frías, se deslizaban por mi espalda, cayendo. En un momento pensé que querrían suicidarse. Oí el mensaje y no necesité leerlo para saber que me comunicabas que no vendrías. Tuve tanto miedo de tener razón. Tantísimo miedo. De alguna manera supe convencerte de que vinieras, tan solo media hora. A mi no me podías mentir. Los dos tuvimos miedo de que algo se los fuera de las manos.
Llegaste y yo me hice la tonta. Bajé corriendo porque ya no podía aguantar ni un segundo más sin verte. Lo sé. No tengo verguenza, pero tú tampoco.
Me rondaba por la cabeza una única cosa. A cada paso que dábamos, a cada ola que rompía, a cada guiri que se nos cruzaba, o a cada rayo de luz que se despedía, estuve a punto de decírtelo.
Sentía unas ansias de abrazarte, de tocarte, de quererte y olerte hasta volver a fundirme en tus brazos como la última vez que nos vimos. La tentación era tan grande. Te tenía tan cerca, pero te sentía tan lejos.
Caminamos, seguimos camianando.
Creo que mantenemos el record de pasos dados por corazones rotos.
Durante unos segundos tuve el deseo de dar media vuelta y correr. Alejarme de .
Me recordaba a la época en la que te amaba de verdad. Tu seguías preguntándo cuando llegaríamos, cuando, cuando, cuando...
Llegamos.
Las nubes anaranjadas cubrieron el edén de las lucecitas. Te sentabas a mi lado como si te sentaras al lado de una piedra. Ni una palabra. Sobraba todo. El cielo cubierto, mi regalo y el tuyo, mi falda y tus pantalones bajados.
Me sorprendió la rapidez con la que llegué a odiarte en tan solo pocos minutos.
Me di cuenta de que tarde o temprano acabaría por darte una bofetada. Y me quedaría tan ancha.
Gracias por decidir volver. Mis pies me mataban y parecía que jamás llegaríamos a casa, pero tú, como buen caballero que eres, regalaste esos 4 euros por un taxi. Que generoso.
Y la media hora se alargó. Parecían años luz.
Volví a ducharme, y a ser incoherente con el sistema global y los problemas de agua. Y pensé: abre la cortina y dúchate conmigo. Pero te dedicaste a inclinarte por la terraza, seguro que con remordimientos, pero con hambre, igual que yo.
Sabes tan bien como yo que la segunda parte de la historia es secreta y no la podemos contar. Mejor. Los secretos están para guardarlos.
Volví a pertenecerte. En aquel arrebato de pasión volví a ser tuya, volví a olerte y a tocarte, volví a sentirte cerca, tan cerca. Me daba igual todo lo demás, y a ti también. Y lo sé. Aquella segunda noche de Barcelona marcaría una etapa final. Supe que esos serían los últimos besos compartidos, supe que jamás podría volver a mirarte con los mismos ojos. Me había traicionado. Había traicionado mis promesas de jamás volver a besarte, traicioné los besos secretos y las mentiras piadosas, juré que jamás me dejaría volver a pertenecerte. Y sentí paso a paso como te pertenecía como jamás había pertenecido a nadie.
No araño, te dije. Sabes que mentí. Araño y muerdo, y beso y te deseo. Stop. Te deseé.
Cuando te acompañé a la estación, a cada paso que daba peor me sentía, me sentía sucia, vendida, abandonada...
Aquí lo dejo. Porque dejas de existir. Te desvaneces, te esfumas. Y no te odio, te quiero mucho. Pero lo hago por mi, porque me quiero demasiado como para seguir aferrada a algo irreal, a algo que nunca existió y sólo yo proyecto. Porque es lo mejor para los dos. Goodbye mi amor, goodbye hasta dentro de muchos años.

No comments: