Thursday

dias de playa


Suena el despertador. Abro los ojos, y en lo primero en lo que me fijo es en la hora. Luego, mi mirada se dirige a la ventana buscando un rayo de sol. Si hay sol sorío y pienso: fenomenal, hoy iré a dar un paseo por la playa. Si no hay sol, pienso: hoy es uno de esos dias en los que me tumbaré en el sofá a leer guiones o libros mitológicos bebiendo mi taza de té rojo. Al fin y al cabo, antes de vestirme o desayunar, me tumbo en mi cama y miro al techo. Y me paso largos ratos pensando, miro al techo, sigo mirando, me da por ir a la terraza. Subo al tejado y fotografio edificios, vuelvo a bajar y me desnudo, me vuelvo a tumbar en mi cama, unto mi cuerpo con crema hidratante mientras tarareo alguna cancion en francés, pienso en mi, pienso en mi futuro, pienso en mi pasado, pienso en mis amigos, pienso en mi madre, pienso en mi padre, pienso en mi ciudad, pienso en musica, pienso en teatro. Cuando acabo, camino despacio hacia el espejo, me miro, me juzgo, me vuelvo a mirar, y en mi cabeza comienzan a aparecer ideas de cómo bajar esos kilos de más. Prefiero no mirarme, y desvío la mirada, pero vuelvo a hacerlo, y vuelvo a juzgare, y asi pasan algunas horas, mirándome al espejo, que refleja a una Klea, a veces melancólica, a veces triste, a veces excitada, a veces cabreada, a veces... y luego, muchos dias de verano, cuando ya todos se van de la playa, yo me quedo a ver ese atardecer, y vuelvo a tararear algunas canciones que me recuerdan a amores imposibles, aquellos no correspondidos, por los que has llorado, y piensas: tal vez algun dia alguien se enamore de mi, tal vez esto tal vez lo otro. Y por tu cabeza pasan imágenes, visiones, deja vú (s), y saco mi cámara de fotos, y me fotografío a mi misma, y las borro, y me vuelvo a fotografiar, y las vuelvo a borrar. Y pienso: recordaré yo todo esto cuando sea mayor? pasan minutos, y cuando ya no me sé ninguna cancion mas, cojo mi bicicleta, y me subo, me doy cuenta de que se ha clavado el culo en el asiento, me bajo, me rio de mi misma, y vuelvo a subir. Miro el reloj, y ya son casi las 9, pero aun hay luz. Pedaleo, muy lentamente, y pasando por delante de escaparates o coches, me miro en los cristales, me miro el pelo, la cara, miro si tengo mucha barriga, sonrío, me gusta como es mi pelo, por primera vez me veo guapa, vuelvo a sonreír y el conductor del coche mira a otro extremo dándome a entender que piensa que me he drogado. Paro en alguna horchateria y con el único dinero en mi mochila me compro un granizado de limón de pequeño tamaño, intento conducir mi bici y beber al mismo tiempo, casi me caigo en un semáforo, se me ven las bragas, pero lo ignoro y pienso: menos mal que estoy en el raval, un barrio de lo mas seguro, si estuviera en sarriá ya me hubieran violado. Miro a los guiris, y después de 1 hora dando vueltas llego a mi casa. Subo, me desnudo, me ducho, me vuelvo a untar con crema y la historia sigue y sigue... ...subo por el ascensor con mi bicicleta, se me clava en la ingle, me duele, es un simple rasguño, pero em duele. Me irrita tener que subir y bajar siempre con la bici que no cabe en el ascensor, abro la puerta, se me cierra y me da un golpe el la espalda, que los primeros dias de verano suele estar quemada, me cabreo, pero es igual, porque al final siempre consigo salir de mi mini-ascensor.Intento buscar las llaves de mi casa de color verde en mi mochila, as busco lo más rapido posible, pero solo oigo su ruido, no las encuentro.MIERDA-pienso-me estoy meando, pu*** llaves... al final las encuentro y abro la puerta y en mi casa mi madre desnuda con un palillo de incienso en la mano, morena, con una flor en el pelo y escuchando musica para clases de yoga al máximo volumen. dejo la bici, me voy corriendo al baño mientras me miero de paso en el espejo y veo mi cara roja pero que poco a poco es rosa.cuando acabo con el baño (no pensaba especificar lo que hacia en el baño...) pongo la bici en la terraza, cierro la puerta, me doy cuenta de que se me han quedado las llaves fuera, vuelvo a abrir, cojo las llaves, cierro otra vez, miro a mi madre, pienso: pobre chiflada...pero diciendolo en mi interior como si fuera una narradora de una de esas peliculas americanas que intentan ser cómicas. Me desnudo y abiertamente camino por mi casa completamente desnuda. me miro en el espejo y me planteo si ducharme o no, porque planeo ir por la noche a lo que yo llamo "la caza de los guiris". me gusta mi pelo porque los rizos estan muy definidos debido a la sal marina incrustada en ellos. me rio de mi misma, intento hacer algun peinado guai pero es imposible.parezco una leona.decido ducharme.entro a la ducha y me baño con agua fría, me duele la espalda, la cara y los gemelos. me encanta la ducha fria.empiezo a cantar algo en la ducha, mi madre me apaga la luz y me dice: sal de la ducha que hay que vestirse e irse.

mis viajes (I)

a cualquiera le puede pasar. pero es que me tiene que pasar a mi por cojones. y no es porque me guste contar anécdotas (que también), pero lo que me ha pasado en el día de hoy lo tengo que contar, asi que quien lo lea al final pensará que soy una desgraciada (yo solo aviso)me levanto ésta mañana en la cama de Victoria, tocan las 11 y yo super tranquila. me levanto tan tarde porque ayer noche tuve que "celebrar" la última noche en madrid y como había una fiesta en Cuatro Caminos me fuí con Kobi y Omar a celebrar. Total, a lo que iba. que me levanto tarde, los gatos maullando (dios, como odio los gatos), victoria tiñéndose el pelo y yo andando en bragas por su casa como si nada. Llama mi madre: "¿oye, a qué hora tienes el vuelo?" y yo super tranquila respondo: "bah, por la noche, creo que sobre las 10" y ella un tanto insegura vuelve a preguntarme: "¿como que sobre las 10?, a qué hora EXACTAMENTE?" y yo a eso contesto: "ay mama, no sé, espera que lo mire". Allí es cuando me doy cuenta, a las 11.30 de la mañana, en bragas y las tetas al aire, en casa de victoria, en media plaza de oriente, con los gatos maullando y la peste del tinte de L'oreal que mi vuelo sale a las 11.50.No voy a explicar los detalles de mi histéria (arrancarme los pelos a mi y darle una ostia al gato que me tenía hasta los huevos de tanta gilipollez por el puto celo, caerme incontables veces por las escaleras, romper 2 platos de porcelana de la tararabuela de victoria, comerme tan rapido un tostada que me salga la mermelada por la nariz y varias cosas más).Claro, por el otro lado me he quedado medio sorda por los gritos de desesperación de mi madre por el teléfono (y encima pagando yo la llamadita).Luego Victoria, medio pintada y con los rulos puestos, con las bragas en la mano (y nunca mejor dicho) pegándome la bronca como si fuera mi segunda madre.Paso número 3: Llamar a EasyJet para mentirles y decirles que te ha atropellado un coche y por eso has perdido el vuelo y que una sudamericana que NO habla castellano, repito, NO lo habla te diga: discuuuuuuulpeee, pero ussssteeeeeed nesessssiiiiiita comprar otro vueeeeeeelo. Hacer eso mientras paralelamente mire por edreams.com cual es el vuelo más barato hacia London Gatwick hoy dia 7 de junio. Mientras intento convencer a la fulana de EasyJeat que soy una desgraciada total, estar hablando por el otro teléfono con mi madre para que me de el número de su targeta de débito para comprar un billete para LGW a las 15.20, cual llega a las 17.00.En ese momento me llama al móvil de Victoria, Joana, a la cual tenía que ver a las 11 para darle las zapatillas pitnadas de su hija (sí señores, aunque yo haya estado en madrid de vacaciones tambié nle he tenido que pintar las zapatillas a una cría mimada de casi 10 años)Cuando cuelgo con Joana, me doy cuenta de que estoy teniendo una crisis nerviosa, le digo a mi madre que espere un momento, y de no se donde saco yo la rabia que tenía acumulada en el fondo de mi alma y comienzo a gritarle a la sudamericana: pero menuda compañía de mierda, deberia darles verguenSa a ustedes por trabajar en tan mísera compañía. qué servicios son esos, como se atreve, allí lo que pasa es que son todos unos gordos y no quieren mover el culo, qué ha pasado con los servicios de hace solo 10 años, lo amables y cooperativos que eran, y ahora estan ustedes tocándose los huevos, porqué no se mueren ya mamones!después de gritarle a la pobre muchacha (de unos 50 años porque ya chirriaba) mi madre se indigna y me dice que me tome un yogurt 0%grasa. allí mi bombilla estalla y me planteo el tirarme por la terraza. "Menudo escándalo se montaría en la plaza de oriente"-pienso.Acabo por comprar un billete con una super-genial compañía, desde Madrid hasta LGW por 70 euros (nada, un chollo) cual sale en 3 horas. Al acabar me tomo un té y me doy cuenta de que en metro tardo 1 hora y media en llegar a Barajas T1 y que yo sigo en bragas y sin la maleta hecha. y la son las 12.30comienzo a correr por la casa, y las lágrimas casi desbordándose por mis ojos de la indignación. Acabo de hacer la maleta y me visto y me doy cuenta de que tengo más de 10 libros. -¿qué coño hago yo con 10 libracos en pleno Madrid? y allí me acuerdo que me los ha regalado mi tío Ulyses durante mi estancia.Me los pongo en mi bolso blanco, aquel ENORME y el album de fotos que llevo a todas partes, el ordenador en su bolso negro y la maleta de 25kg (sí, soy una obsesa y siempre me llevo todo por si algo pasa)Me como la maldita tostada y salgo de casa pitando, eso si, sin calcetines porque no he encontrado cuando hacía la maleta (y digo hacía por no decir: "tiraba-las-cosas-por-allí"No solo me doy cuenta de que una de las manillas de la maleta está rota, sino también me doy cuenta de que me he olvidado en casa de victoria mi pasaporte y pasajes para el trenolé mis huevos!(y esto no es todo)
Llego a ópera, y porque tengo tan buena suerte, se me rompe la otra manilla de la maleta. Con ganas de pegar a todo el mundo veo que es la 1.30 y que puede que ni llegue al aeropuerto. Entro en la linea roja y espero hasta llegar hasta cuatro caminos. E nel trayecto, no me preguntes porqué se me rompe el sujetador, y yo al ser tan lista lllevaba un jersey precioso de color negro pero que transparenta todo. Con dos huevos me quito el sujetador (a ver, no voy a ir por el metro con una teta al aire y la otra tapada)y con tan mala suerte que a la siguiente parada se sienta un árabe en el asiento de delante y se dedica a mirarme los pezones que se transparentan gritando: "imbécil, tú que miras"yo ya no sé qué hacer. ya no me quedan fuerza de levantarme y darle dos ostias o solo cruzar los brazos para que no se me vean las tetas.Llego a cuatro caminos después de una maldita media hora, porque el conductor del metro iba borracho o algo porque de ópera a cuatro caminos no se tarda ni 15 minutos normalmente.Bueno, y como la maleta la estaba rota, decido que no hay manera y me pongo a llorar de la impoténcia, caminando hacia el otro andén para ir a nuevos ministerios yde allí la linea rosa para ir al aeropuerto.A eso se me junta mientras tanto, no solo que la linea circular esté a 5km bajo tierra, sino que me encuentro a otro árabe, en medio de los pasillos destrozando "jailhouse rock" de elvis, pero con unos desafines que yo ya lo daba todo por acabado.
Llego al puto andén y me subo al puto metro de los putos huevos.La siguiente parada es "Nuevos Ministerios" correspondencia con linea 7 y 10. "Si ya lo sé so puta, qué te crees, que después de todo lo que he pasado hoy no se cual es la puñetera siguiente parada?" la madre que les parió.Llego a Nuevos Ministerios y de pronto, al maldito gobierno se les ha ocurrido volver a poner 5km de pasillos hasta llegar a la linea rosa, y yo como una imbécil llevando los 7kg de libros de mi tío, el puto ordenador y la mierda maleta sin manillas de 25kg.Me muero de hambre. Me muero de sed.Llego ya casi a nivel de suelo hasta el andén 1 dirección aeropuerto y con tan mala suerte que una abuelita alemana se siente a mi lado y comience a darme conversacion en aleman (señora, que yo no hablo alemán, tenga piedad por favor)Llego al aeropuerto y son las 2. me tranquilizo y sonrío
Maldita comisión de 1€ por entrar al aeropuerto, jódete.Bah, ya está todo, pienso, y me dirijo hacia las escaleras mecánicas. Y no podía faltar la buena intención de la escalera que me engancha la maleta. Gastate otro euro (que no tengo dinero por dioooooooooooooos)para el carrito y por fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin camino recta y por todo lo que me ha pasado decido quitarme las botas y empiezo a recorrer todo el aeropuerto descalza, como los gitanos. Sin sujetador, sin botas, ya no tengo ni dignidad (y menos contando ésto).Bah, que ya acabo (y seguro que la única persona que se lee el texto es Andrea que ya ha acabado los examenes y tiene paciencia de santa).Llego al check-in y doy la maleta, y voilà (perdona señorita pero tiene usted 5kg de más). son 8€ por kg.
Ya con tanta desespración le digo: "mire usted, la maleta se ha roto, he comprado su billete hace 3 horas, mi madre está que no respita, no llevo sujetador, no tengo dinero ni para comprarme calcetines y encima me estoy meando desde ópera, ¿conoce usted a alguna buena persona por aquí qué lo pasaria por alto?" (y eso derramando lágrimas a toda hostia)creo que el hombre comprendió mi situación y me ahorré el pastón.Llego con mi bolsa de 7kg y el ordenador al control de seguridad y otra ecuatoriana me dice: la botella de agua de ese 1.5L no la puede entrar, o se la bebe ahora o la tiramos: "te la meto yo por el chocho que tienes, como voy a tirar el agua y malgastarla con la crisis que hay? en qué mundo vives mujer? pienso (pero no se lo digo)
Qué remedio. Mis riñones siguen quejándose (lo siento chicos, no había otra) y me bebo el agua de litro ymedio que acababa de comprarme por casi 3 euros.Paso el control y veo que los guardias se ríen de mí. No les digo nada porque ya paso. Uno se me acerca después y me dice "perdone señorita, creo que no se ha dado cuenta de que ................" (y esto no lo cuento, porque ya es demasiado fuerte)total, que me voy a un restaurantillo de por ahí y me gasto 10 euros (imbéciles, no se me ocurre otro insulto) en una ensalada grande (si es que encima te cobran por el plastiquito con el que va cubierta la ensalada) y otra botellita de agua.
Llego a la puerta de embarque y resulta que no hay nadie y mientras me muero de los nervios viene una tia y me empieza a hacer una entrevista: que si donde vivo, que si cuanto tiempo llevo allí, que si qué hago, blablabla. Entro al avión de la super-genial compañía y me siento en una fila, y por fiiiiiin sola.Y al otro extremo se sientan 3 chicos de mi edad, del IES Ignacio nosequé, que habán venido a Londres a jugar un partido de Basquet. Me enamoro, claro.Pero resulta que uno de ello (el que estaba más hacia mí) en pñeno vuelo, va y vomita por el pasillo.Ole que peste.Allí no acaba mi história.La historia continúa cuando de repente oímos que el motor del avión deja de funcionar, y justo (me cago en todo) encima del cap de creusNos vamos a morir, y yo con la regla, pienso.Las turbulencias me matan y del miedo empiezo a llorar como si fuera una niña pequeña (y tú, sisi, tú, ya sabes quién eres, no te rías tanto, que tu tambien estarías llorando en mi situación acojonada igual que yo). Me desmorono y empiezo a maullar como los gatos del capítulo anterior.
Las turbulencias me matan y del miedo empiezo a llorar como si fuera una niña pequeña (y tú, sisi, tú, ya sabes quién eres, no te rías tanto, que tu tambien estarías llorando en mi situación acojonada igual que yo). Me desmorono y empiezo a maullar como los gatos del capítulo anterior.Y las turbulencias siguen y siguen y los del baloncesto gritando como en el dragon khan (uuuuuhh, uuuuuuh)pero qué coño os pasa? no veis que nos vamos a estrellar panda de mamones vomitivos?putas 3 horas de vuelo, de las cuales me he pasado 2 lloriqueando.Llegamos a LGW y por fin digo: bienvenida a casa de nuevo, JODER!bueno...ya, acabado. bueno, de hecho no, porque mas tarde vomito yo en pleno aeropuerto esperando las maletas y luego pierdo una chancla por el camino (a quien se le ocurre?) y mas tarde me veo obligada a robar una botella de agua en M&S del aeropuerto del mareo que tenía.

amantes del olvido


No pensé que fuera así. Ayer volví a verle. Tenía el pelo algo más largo que la última vez que nos vimos, pero los ocho meses no fueron suficientes como para cambiarle. Lo recordaba algo mas gordito y guapo pero enseguida le reconocí. Con una carita sonriente me sacó una piruleta y como si de una niña pequeña se tratase, me entusiasme en fracciones de segundo degustándola. Volvimos a recorrer media Barcelona, como de costumbre. Recordé paralelamente junto a aquellos pasos que dábamos a la vez, nuestro último encuentro. Fue exactamente el día antes de su vigesimosegundo cumpleaños. Recordé también mis lágrimas derramadas aquel día. Así pues, después de una larga temporada, al vernos, no tuvimos mucho que decirnos. Había casi oscurecido y vagabundeamos por aquellas calles estrechas y engañosas intentando encontrar una teteria donde poder sentarnos y descubrir nuestras últimas aventuras. Acabamos degustando unas claras en el hogar extremeño, cual evidentemente desconocía y volví a descubrir con él. Se ausentó por algunos minutos, para pagar la cuenta. Fueron eternos. Cada microsegundo se convertía en un año luz. Cada paso que daba se desvanecía en el espacio como una partícula de polvo. Me flashearon todos y cada uno de los momentos. Sentí después de tanto tiempo aquel cuchillo clavado. Durante los 3 minutos de su ausencia me volví a enamorar, como quien llega a la meta y sigue corriendo. Volví a sentir el cosquilleo, y por un momento el dolor de la traición. Se me perdió la mirada entre tantas caras desconocidas que apenas noté su presencia cuando regresó.
Sentí como si fuera a explotar en cualquier momento, pero no sucedió. Poco tiempo más tarde un acordeón nos acompañaba. Nos sentamos en aquellas escaleras de madera, junto al archivo. Me pasaron por la cabeza todas las frases que utilizamos la primera noche de abril. “Me gustaría vivir en la edad media, llevar vestidos grandes y hablar manteniendo un abanico frente a mi cara”. Le mencioné que me gustaría tener un patio interior, como el del archivo. Asintió con la cabeza.
Noté como el momento crítico llegaría se un segundo para otro. Y mis instintos no volvieron a fallarme. Junto a la música y aquel frío me besó en la mejilla. Sentí su miedo al instante. Su beso hablaba por primera vez desde hacía tanto tiempo. “Te quiero pero tengo miedo de hacer lo incorrecto, puede que no deba besarte”. No sentí nada. Nada. Mi corazón no se encogió y las mariposas habían abandonado mi estomago. Quise volver a llamarlas, quise encogerlo yo misma, quise volver a sentir algo tan placentero, pero luego entendí que por fin, después de tanto tiempo, le había olvidado.
El frío se posaba sobre mi piel aquella noche y decidimos caminar. Volvimos a transitar hacia el norte de la ciudad, pasando por rincones jamás pisados anteriormente. Sentí la necesidad de cogerle la mano, pero supe que si lo hacía me lo reprocharía eternamente. La sensación de riesgo me hizo temblar. Al poco tiempo me encontré en el portal de mi casa, cual fue visitado por última vez en Mayo del año anterior.
Subí y bajé como un rayo y me volví a reunir con él. Nos sentamos en el mármol quebrado y sucio. Saboreamos el silencio como si de la piruleta se tratase. Las sensaciones eran tan variadas e intensas que ni todas las hojas del mundo bastarían para describirlo.
Como despedida, nos abrazamos. Entonces supe que no había mejor descripción en diccionario alguno para la palabra Magia. 90 minutos que se convirtieron en un suspiro. Un suspiro en el que tarareé una canción, al oído, como solía hacerle cuando se dormía, un suspiro que me hizo volver a olerle. En aquellos instantes tuve la voluntad de darle todo, le quería, como ser humano, y eso sobrepasaba todos los límites establecidos. Su capacidad de dar y su generosidad habían crecido a la velocidad de la luz, como si el polvo creciera de la tierra, su centro verde era el más potente. Tan fuerte que incluso tuve miedo de recibir tanto de alguien como él.
El momento llegó, y mi corazón se volvió a encoger en cuestión de mini segundos. Las mariposas volvieron a una velocidad incalculable y sentí amar de nuevo.
La confusión me sobresaltó pero la ignoré durante algún tiempo. Le olí y me olió. Le acaricié y me acarició, le besé. Y me besó. Nuestras mejillas se tocaron, y el abrazo nos hizo fusionarnos durante largo rato. Volvió a besarme el cuello y por una vez quise volver a nuestra cama, con él, quise volver al año anterior, olvidar todo lo pasado. Sé que él también lo quiso. Sentí su temor al pensarlo. Sus abrazos volvieron a hablar como aquel beso, pero ahora la sensación era mucho más penetrante. Por un momento fui capaz de leerle la mente, y supe que me deseaba. En algún minúsculo y profundo lugar de su corazón, le hubiera gustado volver a sentir mi piel junto a la suya.
Rocé con sus labios y el rozó con los míos. Nos besamos. Y creo que los dos tuvimos miedo. No fue miedo a seguir. Fue miedo a volver, yo sentí mi cosquilleo, y él lo notó. Yo sentí el suyo, por mucho que intentara apagarlo. Acariciaba mi espalda libremente, y con cierta duda e inseguridad acarició mis pechos.
Nos dimos cuenta de que casi tocaban las doce, y aunque en éste caso él era la cenicienta, se marchó con su té y el CD regalado.
Entré en el ascensor, sabiendo que probablemente no volvería a verle en muchos años. Me miré en el espejo y vi en él el reflejo de mis tristes pero brillantes ojos. Fue en aquel momento cuando supe que debía salir del ascensor y correr. Me lo planteé durante varios segundos, se me ocurrió seguir mis instintos y mi corazón, que probablemente seguían latiendo por él, pero supe que si corría detrás suyo puede que él nunca se girara o que simplemente le diera a entender que seguía amándole y no me convenía. No lo tuve muy claro, pero la respuesta vino a mí como en una pregunta retórica: “¿Y qué sucede si nunca más volvemos a vernos?” y allí fue cuando salí a la calle en su busca. Le observé caminando a lo largo de la acera, mirando al suelo, y con paso lento. Silbé y se giró. Volvió la incertidumbre pero corrí hacia él. Corrí como si estuviera perdiendo el avión que me llevaría a mi más deseado destino.
Tan solo le dije “te acompaño hasta la estación”. Caminamos pocos metros, pero se me hicieron eternos. Nos despedimos con un cálido roce en los labios, juntando el miedo y la ternura.
Le vi alejarse por aquellas escaleras que parecían dirigirse al infierno, y solo pensé en aquella frase que habían repetido varias veces en “Cashback”: “Si ves al amor de tu vida y no te detienes un momento, no vives”.



para que el tiempo no sea implacable con éste recuerdo


Se ha ido. Con un golpe seco ha cerrado la puerta y se ha ido. Yo estaba esperando a que me diera un beso de despedida, pero no lo ha hecho. Mientras le oía bajar las escaleras del edificio grisáceo de los años 70 en el que vivo, con alguna pobre esperanza esperé apenas 10 minutos, deseando que volviera a mí. Que volviera a tocar mi timbre y que al abrir la puerta tirara la bolsa en la que se había llevado todos nuestros recuerdos y me acariciara otra vez. Deseaba volver a sentir sus labios, olerle, abrazarle, tenerle entre mis brazos; volver a tocar sus manos era mi mayor deseo. En aquellos diez minutos mi corazón empezó a latir más rápidamente, como el de un conejo asustado por la tormenta.




Empezaron a pasarme por la cabeza todos los momentos que viví con él. Todas las mariposas que un día sentí con él volvieron a recorrerme el cuerpo produciéndome una sensación que armonizaba la nostalgia con la excitación. Un poco melancólica empecé a recordar aquella madrugada de un abril algo frío en el que volvíamos a mi casa cogidos de la mano, cuando me temblaban las piernas y el corazón a la vez, de mi sonrisa de niña pequeña, de mis frías manos, de lo dulce y placentero que era estar a su lado. También recordé, con algo más de esfuerzo, la última noche que compartimos cama y pasión. Su olor, mis miradas, la manera con la que suave y delicadamente acariciaba mi espalda, el ruido de su silenciosa respiración. Me encantaba verle comer. Verle degustar con la mirada todos los platos que le había preparado. No éramos tan finos como para beber champán. Mi bolsillo solo daba para una Fanta y algo de vino blanco que tenia de regalo. Los segundos pasaban y yo cada vez estaba más preocupada por si volvería a verle. Estaba tan exaltada por su última visita que ni siquiera tuve tiempo de decirle que todavía le quería. A pesar de todo lo que había sucedido, seguía queriéndole con todo mi corazón. Pero nunca pude decírselo. Él era un hombre feliz, por lo que decía, con una mujer a su lado que le satisfacía en todos los aspectos, o en casi todos. No podía consentir que tuviera ningún tipo de lástima hacia mí. Prefería tener su amistad, por muy humilde que fuera, a no tener nada suyo.
El único recuerdo que conservo es una foto que me dejó el día de su penúltima visita. Una foto en blanco y negro, de la que me enamoré cuando fui a visitarle a su casa una noche fría de mayo. Antes de irme a Londres, le dije, quiero una foto tuya, para colgarla en mi habitación y así recordarte siempre. Ya habían pasado casi los 10 minutos de espera y yo empecé a sentir un gran vacío interior, y algo en mí me decía, Klea, no intentes volver a engañarte cielo, sabes que no volverá. Se ha ido a la estación de trenes, a recoger a la mujer que ahora ocupa su vida, tu solo fuiste algo pasajero, dalo por acabado y sigue con tu vida, como si nunca le hubieras conocido. Volví a sentir ese aterrador silencio de las escaleras de mi edificio en aquella calle tranquila del barrio barcelonés de Sant Gervasi.
Fui a la puerta de entrada, miré por el agujero de la puerta y la abrí pensando que tal vez por juegos de hombres se había escondido debajo del agujero para que no le viera. La luz de la entrada seguía estropeada, parpadeaba dando un ambiente clandestino y frío, pero él no estaba. Me asomé al borde de las escaleras, pero no vi ni oí a nadie. De puntitas volví a pisar la alfombra rojiza de la entrada de mi casa y cerré la puerta después de volver a comprobar que no oía pasos. Cogí la foto que me había regalado y como si en una película se tratase la acaricié con la mano y la besé muy suavemente, como para no hacerle daño. Abrí la puerta y salí a mi terraza. Aquel día había llovido y las nubes seguían volando por el cielo. Me senté en aquella silla aún mojada y cerré los ojos. Cuando los abrí, vi todo borroso. Las lágrimas se estampaban contra mi jersey de rallas después de haber recorrido mis mejillas. Tarareé muy silenciosamente un trozo de una canción que me enseñó, y repetía y repetía. You’ve got a secret smile, but you use it only for me. Y lloraba y volvía a llorar.
En el cielo no aparecía ninguna estrella, porque aún seguía nublado. Tenía la rara costumbre de buscar la primera estrella que apareciera en el cielo en los días no nublados y pedirle con todas mis fuerzas un deseo. Los beduinos solían decirme que se te cumpliría cualquier deseo que pidieras, si esa fuera la primera estrella en verse. Quise pedirle algún deseo, pero no sabía cual. Tampoco pude, puesto que no vi ninguna hasta pasadas unas noches.
Pasé algunas horas sentada en la terraza, con la foto en mano. Me acurruqué en la silla y me dormí. Desperté después de algunas horas ya pude ver claramente la luna en el cielo. Ojalá ahora mismo la esté viendo desde otro sitio de la ciudad y esté pensando en mí, me dije a mi misma. Conduje la foto hacia la luz de la luna y pude apreciar que detrás de la foto aparecía algo escrito. Con muchísima curiosidad giré la fotografía y leí a la luz de la luna aquellas palabras escritas con tinta azul.
“PARA QUE EL TIEMPO NO SEA IMPLACABLE CON ESTE RECUERDO”