Hacía mucho que no te veía tan vieja y desgastada. Nunca te habían envenenado tanto, tu cara no era tan gris y tus párpados no caían como charcos al olvido. Jamás te había visto llorar de tal manera, y jamás te había acompañado con mi llanto. Lloramos hasta que la ciudad se hundió bajo nuestros pies. Lloramos y sollozamos. Incluso nos quedamos sin corazón en un instante. Pasará mucho tiempo hasta que volvamos a vernos querida amiga, pasaran largos años de búsqueda y sombras, y los vientos te acariciarán mientras yo vuele entre ellos. Hasta nuestro próximo encuentro mi preciosa, mi querida, mi amada. Hasta mi vuelta a nuestra ciudad, la que tenemos al alcance de nuestra mano, a la que cuidamos todos los días, estemos donde estemos. A tí, guardiana de la cumbre y del mar, a ti que siempre me acojes cuando mi alma llora. Vieja amiga, te añoraré hasta recordarte
eternamente.
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