Thursday

años pasados, tiempos anteriores

Tenía cuatro años. Mi abuela había adquirido este fabuloso vestido en algun lugar de los Balcanes, y yo me enamoré. Siempre me hacía recordad Sonrisas y Lágrimas, y me auto-convencía de que yo era parte de ellos (claro que en esos tiempos mi cerebro no programaba tales ideas como el auto-convencimiento. Todo era mucho más siemple. Yo era la octava de sonrisas y lágrimas, y punto). La foto fue tomada en Budva, una ciudad costera en Montenegro (en aquella época aún parte de la ya destrozada Yugoslavia que algunos solían añorar) en verano del 95'
Me acuerdo de lo mucho que me excitó la idea de estar en Londres. Era mi primera vez. El olor a neumáticos quemados, el sol, los míticos días de 37ºC que pasaron a la historia como uno de los veranos más calurosos en Inglaterra. Todo me pareció gigantesco, enorme, elegante. Se convirtió en mi ciudad favorita. Y mírame ahora donde estoy...

Ésta fue la priemra vez que nos hicieron fotos a mamá y a mí en un estudio. Me acuerdo de ese pañuelo, que sigue guardado en algún cajón. Por aquel entonces yo tenía 4 años y segía yendo a la guardería Balmes Pi, mi cabello era denso como el de una india y adoraba llevar calcetines. El estudio se encontraba en el cruce de Diagonal con paseo de San Juan, pero en la parte sur, tocando Tetuán.



Fue uno de esos días en los que nos cogían y nos decían: "va nens, la foto de curs!" Lo más excitante de esos días es que no teníamos que llevar bata. El alivio que sentía yo en esos momentos es como la sensación que tengo cuando me dicen: "no hay examen" o "no ha venido el profe, tenemos hora libre" (siempre y cuando no haya estudiado NADA y signifique mucho el no tener un examen). Que recuerdos! Ojalá en la universidad lleváramos todos bata, no solo los de química!



Éste es mi abuelo. Solía ir (siempre que podía) a su casa de Coto de Puertoviejo. Recuerdo crecer allí, recuerdo las peras del mercado, los platos antiguos, recuerdo sus siestas diarias, recuerdo el olor a tabaco, recuerdo el amora del interior de su Mercedes tapizado con cuero negro, recuerdo también las veces que me dejó probar la espuma de la cerveza, recuerdo su motocicleta roja con la que me llevaba a dar un paseo sin casco, recuerdo a Germán y las rosas del jardín, recuerdo el columpio del jardín y las tardes de lluvia. Fue mi abuelo el que me compró mi primera bici y el que me enseñó a montar con 3 ruedas, quitando una de las pequeñas de atrás, fue mi abuelo el que me dejaba ir a la piscina de mayores. Fue en la piscina comunitaria del edificio donde vivia mi abuelo en la que aprendí a nadar, en la que me puse contentísima por poder tocar el fondo de la piscina con la punta de los dedos, fue el abuelo que me decía que su barriga era tan grande porque me había dado a luz, cada tarde se comía sus mandarinas y el olor permanecía en sus dedos, el olor a café fuerte inundaba la vivienda cada mañana y cada tarde después de comer, nunca me puso ninguna excusa para parar a comprar chucherías en las gasolineras de los 90, cada mañana paseábamos a la perra juntos, fue mi abuelo el primero que me compró un vestido en el Corte Inglés, recibí mi primer Mickey Mouse de mi abuelo, me tapaba con la manta especial cada noche para que no pasara frío y cada tarde mientras dormíamos la siesta, y mi abuelo nunca jamás me gritó ni se puso agresivo. Los avisos los daba con tal elegancia que parecía mentira y verdad al mismo tiempo. Sólo si no nos hubiera dejado aquél triste día a finales de octubre del 96. Se hubiera puesto muy contento si me hubiera visto en Menudas Estrellas, o si me viese ahora. Universitaria, estudiante, independiente, alta, grande, pero aún pequeña y aún ansiosa de más chucherías y tardes en la piscina y encima de su motocicleta. Oh abuelo, sigues en mi corazón y te recuerdo, y te añoro, y te tengo muy presente. Y que raro va a sonar, pero ¡cómo te quiero!

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